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domingo, 11 de diciembre de 2016

EL ULTIMO JUEGO DE PELOTA



Esa tarde, había viajado exclusivamente para ir a verlo, llevaba en mi mochila unas hojas en blanco, unos lápices, un borrador y un tajalápiz, también llevaba uno de esos dulces que había comprado durante la semana, cerca de la oficina donde trabajaba; una rica golosina que constaba de papel y tinta comestible. Al llegar a aquella casa, se encontraba únicamente  el niño con su tío viendo televisión, la casa se sentía vacía, muy sola, porque había dejado de ser lo que era.  Una vez dentro, salude a ambos y entregué al niño su dulce. Con sus expresivos ojos preguntò por lo que era eso, mientras expectante lo iba destapando; una vez descubierto lo que había en su interior, con su tierna mirada, me agradeció y sonrió. Mientras disfrutaba su dulce, nos repartía pedazos de papel y tinta comestible a su tío y a mí, hicimos algunos comentarios al respecto, reímos... y todo parecía normal, la televisión seguía encendida y a veces le poníamos atención.

Pasaba el tiempo y el niño había terminado su dulce, se veía alegre; le dije que si quería salir a jugar y él gustoso aceptò; buscó entre su caja de juguetes  y sacó del fondo una pelota, algo vieja y desinflada, pero era justo lo que requeríamos para salir a jugar.  Frente a la casa nos hicimos lejos uno del otro, a él le gustaba patear la pelota desde lejos, formamos una cancha con dos piedras de mediano tamaño y jugamos a hacer goles turnándonos para tapar. Jugamos por mucho tiempo, fue divertido; no jugaba así desde hace bastante, recordamos entonces otros momentos en que jugamos juntos, en un parque refundido cerca a casa. Mientras jugamos esa tarde, conversamos, hablamos de muchas cosas, algunas sin sentido, pero igual, las horas se pasaron y cansados decidimos ir a beber algo para la sed; le invite ir a tomar algo a una tienda cercana, pero el me ofreció una bebida refrescante que había en casa, tumbados  en el piso de la sala, tomamos dicha bebida y hablamos de “no se qué”... me dijo que le gustaba que jugáramos a la pelota, yo le dije que me comenzaba a agradar la idea, a pesar del cansancio. Finalmente me planteò una pregunta que no sabría como responder… con sus simpáticos ojos me dijo…¿ va a venir todos los sábados a jugar conmigo? yo le dije “no lo sé, creo que me gustaría, pero no se si tu mamá deje…” decidí cambiar de tema, ofreciéndole que dibujáramos algo, a él le pareció buena idea; pero dijo que no tenía lápices, yo le dije que había llevado, al igual que hojas, así que decidió que nos haríamos afuera de la casa, acomodamos la mesa y nos dispusimos a dibujar; en un momento dado, nos quedamos mirando y nos preguntamos...¿que dibujamos?, en realidad ninguno sabia que hacer, así que él sacó un libro de los que llevaba a su escuela, allí había algunos dibujos,  no recuerdo lo que escogió, pero sí recuerdo que me decidí por el dibujo de un elefante. Mientras dibujamos concentrados, llegaron sus abuelos, los saludamos, pero continuamos en lo nuestro, èl terminó su dibujo y emocionado me lo mostró, afirmaba que no le había quedado bonito y que él no sabía dibujar, yo le dije que estaba bien, que mientras más practicara, mejor le iban a quedar, pero que lo más importante, era que mientras dibujábamos, podíamos hablar y compartir ese tiempo de forma tranquila, justo ahí fue donde quise explicarle muchas cosas que ocurrían, y que con el tiempo él podría llegar a comprender, pero que ahora no debía preocuparse, que todos los niños pasaban por cosas difíciles, que en las familias sucedían cosas que a veces no nos gustaban que sucedieran, pero que igual, debemos aprender a vivir con eso, recuerdo que le dije que no se sintiera culpable por lo que pasaba a su alrededor, que él era un niño muy inteligente, de buen corazón y con muy bonitos sentimientos; que debería aprender lecciones importantes en su vida, teniendo siempre presente la importancia de la disciplina, la responsabilidad y el respeto, principalmente con su madre y su abuela, dos personas sencillas que a pesar de sus errores, siempre quieren lo mejor para su familia, dos seres de buen corazón que entregan su amor, de forma distinta, entre la sumisión y el desdén, porque eso fue lo que les dio la vida y debían asumirlo a su manera. Le dije que la vida se encarga de mostrarnos misteriosos caminos hacia la verdad de lo que somos y que no todos serán agradables, también le dije que siguiendo a su corazón y aplicando la razón, aprendería a enfrentar esos momentos de dificultad o dolor, pero que eso sucede solamente cuando deba suceder.  

Las horas avanzaban y se iba haciendo más tarde, yo continuaba dibujando, mientras seguíamos hablando; su abuela nos compartió algo de onces y la oscuridad nos iba llegando. Saque el valor al fin, para decirle que su madre y yo nos habíamos separado por decisiones que nos concernían a juntos, pero que no tenía que ver con él,  que esa decisión que habíamos tomado no debería afectarle, que sabíamos que en vez de lastimarnos, nuestros caminos separados nos darían la oportunidad de encontrar lo que nos corresponde y que me agradaba saber que él había sido parte de mi vida, que había aprendido mucho de él y que a pesar de los errores de no haber asumido un adecuado papel de paternidad, lo quería y lo recordaría, como un gran amigo. El niño callado a veces me miraba, supongo que analizando cada una de las palabras que yo le decía. Recuerdo que fue un buen momento, me sinceré con él y me sentí muy bien, fue un instante de liberación, de luz, de verdad.

Llegada la noche, nos dispusimos a recoger todos los implementos, yo había finalizado mi dibujo del gran elefante que había sido dedicado a él, quien demostró admirado que el dibujo le había gustado. Yo le había puesto en él, un mensaje que decía algo así como…”recuerda que puedes hacer realidad todas las cosas con el poder de la mente”, quería que supiera que yo reconocía una gran fuerza en él, que tenía en su ser, un potencial escondido tras el velo de la ignorancia de un mundo como el que nos tocó vivir, quería que mi mensaje le quedará grabado para que en medio de las circunstancias, un día supiera que tenía la fortaleza de enfrentar lo que el destino le tenía dispuesto y que a pesar de todo podría aplicarlo para encontrarse a sí mismo, más allá de lo que fuera. No podía decirle nada mas, solo dejarle un mensaje que pudiera descubrir por sí mismo en el momento en que le tocara descubrirlo.

Yo sabía que él era un niño de naturaleza curiosa, atraído por las grandes causas humanas y  el amor hacia los animales, usualmente  era de temperamento tranquilo y reservado, pero a pesar de su apariencia tímida, reservada y fría, sabía ganarse la simpatía de las personas, una vez que lo conocían; siempre resaltaron en él, la bondad, la inteligencia y las ganas de conocimiento, es un ser que requiere del alto sentido de la responsabilidad y la disciplina, pues su esencia inquieta y su entorno conflictivo se combinan para ser una riesgosa fuente de vanidad, de vacío insignificante.

Al poco rato, cuando ya estaba dispuesto a partir, la mamá del niño llamó, dijo que llegaría pronto con un amigo, yo decidí esperar a que llegara, mientras aceptaba la petición de jugar parqués con el niño, así estuvimos un tiempo más conversando y jugando, hasta que su madre llegó, traían bebidas para compartir en familia, pusieron algo de música, llegaron otras personas y se fue pasando el tiempo. Las conversaciones se tornaron insustanciales, vanas, y el niño fue enviado a dormir; pero antes de ello, tuve la oportunidad de abrazarlo, decirle que lo quería y desearle que descansara. En verdad tenía la intención de volver el siguiente sábado y cuantos más sábados fueran necesarios para pasar tiempo juntos, provechosos como el de esa tarde; pero no sabría lo que pasaría a partir de esa noche, en que fueron aumentando las distancias y discordias con su madre, justo porque se fueron haciendo más evidentes nuestras diferencias. Por esa razón, a pesar de haber planeado asistir a su cumpleaños unas semanas después, esa seria la ultima noche en que hablaría con él, quería estar un tiempo más en su vida, compartir algunas fechas, pero simplemente esa serìa la última oportunidad para hacerle saber mi sentimiento, para dejarle un mensaje, abrazarlo y haber jugado con él; pues días posteriores me enteraría que ella salia con otra persona, lo cual me llevó a decidir que ya no debería volver y cortè toda comunicación con él y su familia. Ya no habría otro encuentro, porque solo se debe estar en el lugar al cual haces parte y porque no hay más importante momento para decir adiós, que aquel en el que ya no hay más que decir; por eso, ese fue mi último juego de pelota con él.

Ps.Juan Pablo D.