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sábado, 13 de mayo de 2017

LOTOS EN EL FANGO


LOTOS EN EL FANGO

(Fábula Budista)




En un habitual y común estanque, donde entre su espeso fango logran surgir los bellos lotos que dejan ver su esplendor sobre la superficie, uno de ellos se aprecia sobresaliente de los demás. Intrigados al verlo, los lotos que le rodean le preguntan:


-¿Y tu quien eres?


El loto llamativo, por sus grandes hojas que le soportan, ataviado de color verde azulado, orgulloso de su estilo y refugiado en su dominio personal, se muestra condescendiente y atento a las palabras que le llegan, respondiendo:


- Yo soy Jiki. Vengo de lo más profundo de este estanque, la luz del sol me ha llamado desde lejos para ofrecerme con su energía, la fuerza que necesito para ser quien soy y mostrar mi belleza al mundo; he pasado por infinitas aventuras y he venido recopilando conocimientos de todas estas vastas experiencias. Me han sido encargadas grandes tareas en la travesía que he tenido desde el fondo, hasta llegar a la superficie, donde he de quedarme para instruir a otros.


Los demás lotos, admirados por su gran capacidad de demostrar los conocimientos que le fueron dados, se dejaron llevar por su encanto, para intentar descubrir la magia que envuelve aquel estancado fango.


7 largos años transcurrieron, en que los lotos le fueron conociendo y de él fueron absorbiendo conocimiento. Jiki, se sentía cada vez más sabio, tenía la intención de compartir conocimientos a todos los lotos del estanque. Algunos lotos a su paso, se fueron alejando y otros se fueron quedando, hasta convertirse en sus amigos.


En apariencia, Jiki tenía un camino trazado, parecía que sabía lo que hacía. Su hojas verde-azuladas cada vez se hicieron más grandes y notorias. Los encantadores tonos de sus pétalos, curiosamente fueron variando a rosa, azul, amarillo, hasta llegar a tener muchos colores juntos.


La vanagloria de este loto tan llamativo era cada vez mayor, se erguía entre los demás lotos, para distinguirse del medio. Tenía la necesidad de sentirse admirado, halagado, enaltecido; era tanta su ansia de sobresalir, que con frecuencia y aun sin darse cuenta de sí mismo, llegaba a humillar con palabras y gestos a los demás, considerándolos inferiores a èl.


Pudo ser luz para muchos, gracias a la experiencia que la vida le otorgó, sin embargo, con su mismo actuar una nube gris proveniente de su propio interior, le iba rodeando, oscureciendo su esencia luminosa y colorida, se dejó llevar por el egoísmo, la codicia, el orgullo y la envidia, hasta tal punto que sus bellas hojas se fueron marchitando y sus vivos colores se fueron opacando; su resplandor palideció y se fue hundiendo en el mismo fango de donde tanto luchó por sobresalir.


Enceguecido por sus propios humores, creyó que todos a su alrededor le traicionaban, juzgó con desdén a sus iguales y aquella amistad fue degollada, tan fuertemente como creía estar construida. Dolor y sufrimiento fueron cultivados en una extraña combinación de conocimiento y presunción. Su recuerdo fue conservado en la superficie del lodo entre todos aquellos que su cariño le ofrecieron, sin embargo la soberbia fue protagonista en medio de las buenas intenciones de su naturaleza, hasta figurar en el olvido de sí mismo.



Su historia nos deja una gran enseñanza…


“No se trata de cuánto sabes, cuanto demuestras o cuanto controlas; se trata de todo aquello que puedes hacer con actos de humildad en tu alrededor, para el bien común.”


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